Ayer celebramos en Colombia el
día del economista en homenaje a Pedro Fermín de Vargas, amigo y compañero de
Mutis y Caldas y el padre de las ciencias económicas en este país. Su libro Pensamientos políticos sobre agricultura, comercio y minas del virreinato de Santa Fe de Bogotá, escrito con anterioridad a la independencia, es el primer tratado sobre lo que podríamos llamar (vale el anacronismo) desarrollo económico colombiano. Copio algunos apartes que, muchos años después,
no han perdido vigencia. El desarrollo, ya lo sabemos, es una tarea incierta.
Sobre las locomotoras
Una mano sabia que
conociendo todos los recursos de que es capaz esta colonia se aplicase con tesón
a promover los ramos de agricultura, comercio y minas, tendría la satisfacción
de ver floreciente el reino en pocos años, y en estado de pagar con usuras los
cuidados que debe al soberano por su conservación...La desgracia es
que hasta ahora se hallan abandonados estos tres ramos de riqueza nacional. No
quiero averiguar si la falta de población, o la falta de energía en el
gobierno, o más bien las trabas generales de la nación en punto de comercio e
industria, sean la causa de un letargo como el que se ha experimentado en esta
preciosa porción de la monarquía. Lo cierto es que a un paso igualmente torpe
han caminado hasta hoy desde la agricultura, que es la primera de las artes,
hasta la de mayor complicación, sin que ningún patriota haya promovido la
aplicación de sus compaisanos.
Sobre la infraestructura
Por una desgracia inconcebible
vemos en todo el Reino abandonados los caminos, los ríos sin puentes, aun
aquellos que más los necesitan, y subsistir los malos pasos en todas las
estaciones del año, sin que se exceptúen las entradas y salidas de la misma
capital. E1 camino que la necesidad abrió antiguamente subsiste y subsistirá
por muchos siglos, sin que se haya pensado en corregir sus defectos
enderezándole, o mudándole a otra parte más cómoda. Lo mismo que se advierte en
los caminos de tierra, se observa también en los cortos ríos navegables que
tenemos. Todo se halla descuidado lastimosamente, y este asunto pide la más seria
atención del Gobierno.
Sobre la minería
Contemplando las cosas
filosóficamente, se debía desear que el cultivo de las minas se abandonase para
siempre. La política tampoco está muy de
acuerdo con su beneficio, y sólo bajo ciertas condiciones y circunstancias se
puede contemplar como ventajoso. El laboreo
de minas en el modo que hoy se practica en las de oro, además de ser
destructivo de la población, encarece de tal suerte los jornales y maniobras,
que por lo general entorpece el adelantamiento de la agricultura, la que
siempre es cadente en los países mineros. Entretenidas las gentes con las vanas
esperanzas de alcanzar la suerte, que uno u otro ha logrado en el beneficio de
minas, descuidan del todo los demás objetos de industria; se empeñan cada día
más, y no correspondiendo los sucesos a los conatos, se arruinan, y arruinan
consigo a todos aquellos que se dejan engañar con sus vanas esperanzas.
Sobre la coca
Se hallan asimismo la coca, de
gran consumo entre las gentes de la Gobernación de Popayán, y que los
orientales usan con el nombre de betele, admirable para fortificar el estómago
y que aseguran comunica una especie de vigor singular; los tamarindos, fruto
comunísimo de los países cálidos, de uso muy frecuente en la curación de varias
enfermedades. Es de desear, dice un autor, que se fomente este fruto en
nuestras Provincias de América, para eximirnos enteramente de los tamarindos
extranjeros.