Por Olga Lucía Barona Torres
Hace 12 años, cuando Fabián Carabalí llegó a Santa Fe, estaba lleno de sueños. Hoy, sin embargo, esos sueños parecen haberse convertido en una verdadera pesadilla. La imagen de más de 6.000 hinchas recriminándole con toda clase de improperios sus errores de hace ocho días frente al Pereira aún no se borran de su mente, así como tampoco las palabras del técnico Ricardo Gareca anunciando su retiro del equipo, tras la penosa caída 1-4 en El Campín.
Dos de los cuatro goles fueron culpa de Carabalí. Él lo sabe y lo reconoce. “Hasta los arqueros más grandes del mundo se han equivocado, el problema fue que yo me equivoqué en el momento en que menos debía hacerlo”, dice este caucano de 29 años, aún con el peso de la tristeza pintado en su rostro.
“Estaba frustrado, porque por culpa mía, el equipo se desmoralizó y se vino abajo. Cuando se acabó el partido, el presidente del equipo, Eduardo Méndez, me abrazó a la entrada del camerino y me dijo que estuviera tranquilo, que eso pasaba hasta en las mejores familias”, rememora.
Fabián entró a las duchas y se cambió de ropa. Ya estaba más tranquilo. Pero cuando se aprestaba a salir del camerino, vio a su técnico en una improvisada rueda de prensa comunicando su decisión de irse de Santa Fe. “Ahí sí quise que se abriera un hueco en la tierra y me comiera. La tristeza me embargó y fue cuando entendí que la había recontraembarrado, porque fue precisamente Gareca quien me dio la oportunidad de ser titular después de tantos años de espera. Entendí que por mis errores, él se iba. No lloré, pero recuerdo que tenía un gorro puesto, me lo bajé, me tapé la cara y allí me quedé quieto por unos cuantos minutos”, relata con cierto tono de angustia.
Salió del estadio y se dirigió hacia el parqueadero. Pensó que los aficionados lo iban a linchar y estaba preparado para ello. Pero para sorpresa suya se encontró con algunas voces de aliento que le refrescaron el alma. Llegó a su casa, donde lo esperaban su esposa Diana y su hija de dos años y medio, Ana María. Un fuerte abrazo de ambas y una buena cena le hicieron olvidar sus penas. No recuerda precisamente cuál fue el tema de conversación. Lo más seguro es que hablaron de cualquier cosa, menos del partido.
A la camita...
Fabián se acostó, pero no pudo conciliar el sueño. Eran las 4:30 de la mañana y estaba más prendido que un bombillo. Durante esa interminable noche rebobinó su vida y su historia en Santa Fe, una historia que hasta ahora ha tenido más sinsabores que alegrías.
Recordó cómo desde niño empezó a jugar fútbol en las calles de los barrios Casablanca, Kennedy y San Mateo, en Bogotá, a donde hace 27 años lo trajeron sus padres Celestino y María Eugenia, cuando llegaron provenientes de Santander de Quilichao, su tierra natal.
Recorrió los pasos deportivos hasta llegar a Santa Fe. Su primer equipo, Almacenes Ley, a los 10 años. Su paso por la selección de la Universidad Incca, donde mucho tiempo después se graduaría de contador público. Su decisión de ser futbolista profesional. Y cómo, a los 16 años, Eduardo Cañón, dueño de sus derechos deportivos, llegó a dirigir el equipo C de Santa Fe y se lo llevó para iniciar así una larga espera en la banca de suplentes del equipo cardenal.
Primero jugó en la Primera B con El Cóndor, equipo que en ese entonces era de Santa Fe. Y recuerda que lo ascendieron al conjunto profesional, porque hubo un partido en el que expulsaron al arquero titular y le tocó tapar a Armando Navarrete. Carabalí fue el arquero suplente. “Y desde esa época, hace unos ocho años, vengo alternando entre lo que es el equipo profesional, la reserva, la Primera C y el despido”.
Lo que nunca olvida fue que el 3 de octubre de 1999 por fin llegó su gran debut con el equipo profesional, después de cinco años de espera. “Yo estaba en El Cóndor, junto con Juan Pablo Ramírez. Y Agustín Julio y Daniel Gómez estaban en Santa Fe. Nos eliminaron de la B, entonces subieron a Juan Pablo. En un partido en Ibagué tapó Daniel Gómez y lo expulsaron. Recuerdo que ese encuentro no se terminó ese día, lo aplazaron porque llovió durísimo. Al siguiente día, a Julio también lo expulsaron, entonces me inscribieron. Le tocaba tapar a Juan Pablo. Nos fuimos para Envigado y él también recibió tarjeta roja. Así, por carambola, debuté en Bogotá el 3 de octubre contra Tuluá (1-1)”, recordó.
Pero el periplo para volver a la titular fue largo y culebrero. Tuvieron que pasar cuatro años para regresar al arco del cuadro bogotano, tiempo en el que inclusive fue desvinculado del equipo y jugó en la Primera B con el Girardot.
“Un día fui a Santa Fe por mis derechos deportivos y me dijeron que volviera. Que sentían que se habían equivocado conmigo. Regresé en 2003 con Arturo Boyacá; luego llegó Julio Comesaña y tras él, Jaime de la Pava, con quien tuve la oportunidad de volver a jugar unos tres partidos. Fueron buenos días”. El semestre pasado, con Germán Basílico González también tuvo sus ‘palomitas’, mientras el arquero titular, Neco Martínez, jugaba la Copa Libertadores de América.
Pero se fue Basílico y otra vez Carabalí se fue para la banca. Vuelve y juega. Esta temporada, suplente de Neco, a Carabalí le llegó seis meses después su gran chance de volver al arco cardenal, pues su compañero se fue a Turquía. “Esta era la gran oportunidad que estaba esperando... Me dije: por fin me llego el día, después de tanta espera”. Y sí, todo iba bien, cinco partidos seguidos de titular, un par de errores sin mayor importancia. Hasta el domingo pasado, cuando se equivocó ante Pereira, se fue Gareca y llegó el técnico Pedro Sarmiento y lo primero que dijo fue: “Necesito un buen arquero”. Otra vez Carabalí para la banca.
“Esto es demasiado frustrante. Todos los técnicos que llegan a Santa Fe me quieren sacar. Nadie me respalda. El único que me dio mi lugar fue Basílico, porque ya me conocía. Bueno, y ahora Gareca, pero me equivoqué. Yo ya tengo 29 años, pero sé que en el fútbol no soy nada”, dice con rabia. Cree también que además de las fallas que cometió en el partido, se equivocó con la prensa, pues al comienzo de este nuevo chance en Santa Fe no quiso hablar y ahora que dio ‘papaya’ se ensañaron contra él.
Pero la vida continúa, dice. Sabe que este domingo en el clásico ante Millonario ya no será titular. ¿Quién sabe hasta cuándo? “Sí, me siento muy frustrado, porque mi felicidad es el fútbol. Tengo una hija maravillosa, pero el fútbol es mi esencia. Lamentablemente hoy no puedo decir que soy un hombre feliz. Ahora, que sea lo que Dios quiera. Pero digo, yo no renuncio, de aquí me sacan, pero ‘muerto’, cuando Méndez me diga ‘chao, tome sus derechos deportivos’. Antes no... aquí seguiré con un montón de sueños pendientes”.